Sin rehuir la polémica: sexualidad y Alzheimer ¿Una relación posible? Lecturas sobre el caso Henry Rayhons.

Sexualidad y Alzheimer. Caso Henry Rayhons

El 23 de mayo de 2014 Henry Rayhons supuestamente tuvo sexo con su esposa. Sería esta una suposición  intrascendente si su esposa, Donna, no estuviese interna en una residencia geriátrica y padeciese la enfermedad de Alzheimer.

Otros hechos  han dado relevancia a un acto en apariencia privado: las hijas de un anterior matrimonio de Donna acusaron a Henry de abusos sexuales contra su madre.  El juicio se ha seguido de cerca por los principales medios de comunicación norteamericano.

Describamos mejor la historia. Henry Rayhons es un político y agricultor del estado de Iowa. A los 70 años conoció a Donna en el coro de la iglesia a la que ambos asistían, contrajeron matrimonio en el año 2007 y todos coinciden en señalar que tenían una relación sana y llena de afecto.

Donna enfermó y ya en 2014 tenía un deterioro cognitivo notable, era incapaz de recordar el nombre de sus hijas y las puntuaciones en los test de memoria eran realmente bajas.  Deciden internarla en marzo  en una residencia a la que Henry acude dos veces al día, en ocasiones a rezar y  otras veces mantiene relaciones sexuales con su esposa, según reconoció   a un investigador del caso :

Nunca la toqué si ella no quiso. Solo traté de satisfacer sus necesidades cuando ella me lo pidió” (fuente: Abc).

En mayo de 2014 Michelle Dornbier, una trabajadora social del centro, motivada por lo que ella llama preocupaciones de la hija de la señora Rayhons entrega una lista de recomendaciones a Henry entre las que incluye una interrogante a modo de indicación:

Teniendo en cuenta el estado cognitivo de Donna ¿siente que ella es capaz de dar su consentimiento para cualquier actividad sexual?” (fuente: The New York Times). La misma Dornbier reconoce que Donna siempre se mostraba encantada de ver a Henry.

 Poco después un compañero de habitación de la señora Rayhons (a instancias de la hija había pasado de una privada a una compartida) pulsó la alarma y  dijo al personal de la residencia que Rayhons había entrado en la habitación, que puso una cortina alrededor de la cama y que se escuchaban ruidos sospechosos.

Los trabajadores del centro llamaron a la policía y llevaron a Donna al hospital pero no se encontró evidencias de que fuese abusada en ningún sentido. La fiscalía posteriormente declaró que los exámenes de ADN demostraban que sí habían mantenido relaciones sexuales.

Las visitas de Henry al centro fueron limitadas, el 8 de agosto Donna murió y una semana después el legislador de Iowa fue arrestado bajo la acusación de abusar sexualmente de su esposa.

El caso ha provocado ríos de bytes y tinta, razones no faltan, las interrogantes que lanza aunque ignoradas han estado ahí desde hace mucho tiempo: ¿Es capaz una persona con demencia de dar su consentimiento para tener relaciones sexuales? ¿Cómo valoramos ese consentimiento? ¿Quién decide si aún es capaz?

La sexualidad en la tercera edad sigue siendo ese tema tabú que todos evitan por sentirse incómodos o simplemente por discriminación hacia los derechos de expresión sexual de los mayores. Si agregamos a la ecuación el factor demencia entonces ya estamos entrando en un  terreno prácticamente desconocido.

En lo que sí coinciden los expertos es en que hay vida sexual después de un diagnóstico de Alzheimer e incluso esta puede ser beneficiosa para calmar la agitación, disminuir la sensación de soledad y posiblemente mejorar la salud física. Pero llegados a un punto en que el deterioro cognitivo impide a la persona verbalizar coherentemente su aprobación(o negación) ¿Cómo saber si lo desea?

Según un artículo cedido amablemente por el profesor de Psicología de la Sexualidad y uno de los pocos que se ha atrevido a abordar este tema en el contexto español, Félix López Sánchez, varios indicadores  pueden  tomarse en consideración,  hay que observar si la persona:

– No rechaza las relaciones de forma explícita.

– No las rechaza con gestos o posturas de desagrado.

– No le produce daño físico o psicológico.

– Durante y posteriormente parece estar bien.

– Más aún, si tiene una respuesta de excitación, placer u orgasmo.

– La relación es un encuentro cariñoso y afectivo.

En esta línea también se expresa el  director del Centro del Envejecimiento en la   Universidad de Kansas, Gayle Doll, quien dice que la persona con demencia  puede no asentir con palabras pero sí con el lenguaje corporal y sus expresiones faciales (fuente:The New York Times).

Y no siempre todo tiene la misma validez; “lo que puede ser apropiado un día puede no ser apropiado la próxima  semana o  en un momento diferente  ese mismo día” expresó Ann Christine Frankowski directora asociada del Centro para Estudio del Envejecimiento de la Universidad de Maryland citada por el New York Times.

Pero la polémica que generan estos casos no viene únicamente por la dificultad de identificar acertadamente estos factores, que puede ser, sino por los elementos sociales y culturales que intervienen.

¿Difícil pensar en nuestros padres teniendo sexo, verdad? Imagínense que además padezcan Alzheimer. Es un tema que los familiares prefieren ignorar por resultar incómodo y las residencias geriátricas siguen sin abordar por las mismas razones a las que se añade  factores legales, organizativos y la simple discriminación hacia la sexualidad de los mayores:

La institución puede estar más preocupada en algunos casos por su propia responsabilidad que en promover la autonomía y los valores y preferencias de las personas bajo su cuidado”

En esos términos se expresó  Tia Powell directora del  Centro para la Bioética Montefiore Einstein en New York  entrevistada por el portal Science of Us. La misma Powell aconseja seguir algunos criterios para determinar si una  actividad en un centro residencial es adecuada:

  • anima a los administradores de las residencias a permitir cualquier actividad que no levante ninguna sospecha de abuso
  • que parezca ofrecer confort o placer a la persona con demencia
  • que no cause daño significativo a otros.

Evidentemente respuestas sencillas no existen;  nadie duda de la necesidad de proteger a las personas con demencia de posibles abusos y  lo difícil que puede resultar determinar una situación de consentimiento sexual de su parte ¿El veredicto en el caso de Henry Rayhons?

El jurado lo declaró  inocente aunque el juicio social tal vez dicte otros veredictos. Nos hemos apoyado en este hecho por su trascendencia mediática sin embargo hay otra multitud de situaciones que pueden provocar conflictos.

¿Qué tal si la persona con demencia es la que busca tener relaciones y su pareja no siente deseo? O como el caso de una ex jueza del Tribunal Supremo de Justicia norteamericano que vio cómo su esposo, enfermo de Alzheimer, inició una relación con otra mujer que  también padecía Alzheimer en la residencia en la que ambos estaban internos ¿Podemos llamarlo infidelidad?

Lo dicho, respuestas sencillas no existen y de ahí la gran atención mediática que ha alcanzado este caso. Su importancia radica precisamente en eso, en llamar la atención sobre situaciones que desde hace mucho han estado ahí y hemos preferido ignorar.

Pero este es solo un caso, el que se hizo famoso, otros miles nos rodean día a día, mayores llenos de conflictos y dudas sobre su sexualidad que no las exponen por temor a un juicio social negativo. No rehuyamos más la polémica y aceptémoslo: nuestros padres tienen sexo, incluso con Alzheimer. Hablemos.

Redacción TiTi