Contrario a lo que se asumió en una época, el dolor en la esclerosis múltiple es un síntoma muy común de la enfermedad. Existen tipos de dolor con una prevalencia muy elevada en esta población.
Pongámonos de acuerdo en algo: el dolor es un compañero habitual en la vida de todos. Que ponga el primer comentario quien nunca ha sufrido un dolor de muelas, de cabeza o de espalda (por cierto, esa ahora me está matando). El dolor tiene muchas causas, pero del que te vamos a hablar en este artículo está relacionado directamente con la esclerosis múltiple.
Antiguamente se creía que el dolor en la esclerosis múltiple no era un síntoma directo de la enfermedad, sino que estaba causado por los mismos factores que en el resto de la población. A golpe de investigación esta concepción se fue derribando; ya hoy se considera que en las personas con EM se dan mecanismos que pueden originar dolor.
El dolor en la esclerosis múltiple se supone que afecta entre el 29 y el 86% de los enfermos; sí, así de poco precisa puede ser la ciencia, pero quédate con un mensaje: es muy común. Más aún en las mujeres, a medida que avanza la enfermedad y en presencia de alteraciones cognitivas o emocionales, como la depresión.
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Por qué es tan frecuente el dolor en la esclerosis múltiple.
Mecanismos exactos por los que se produce el dolor no se han descrito, sobre todo porque existen muchos tipos de dolor, algo de lo que te hablaremos más adelante. Sí se ha encontrado cierta relación con el tipo y el tamaño de la lesión en el sistema nervioso y el tipo de dolor, lo que habla a favor de la enfermedad como causante directa de las sensaciones dolorosas.
Tipos de dolor más frecuentes en la esclerosis múltiple y tratamientos frecuentes.
El dolor es una sensación desagradable muy subjetiva y, por eso mismo, diversa. Sin embargo, se han descrito algunos tipos de dolor que tienen una prevalencia elevada entre las personas con EM, por ejemplo:
Disestesias en las extremidades: tal vez el tipo de dolor EM más común. Se manifiesta de forma frecuente en las piernas y brazos, pero puede ocurrir en cualquier parte del cuerpo, como en el pecho o el abdomen. Es una sensación de quemazón que empeora por las noches y con la actividad física. En algunas personas las disestesias aparecen esporádicamente, pero en otras se hacen crónicas.
El tratamiento farmacológico es semejante al que se emplea en la terapéutica del dolor en la población general. El médico puede orientar el uso de antidepresivos como nortriptilina o anticonvulsivos como la carbamacepina y la gabapentina. De no funcionar estos compuestos, se puede emplear otros como el tramadol en casos más severos. Desde el punto de vista no farmacológico algunas personas optan por usar medias de presión.
Neuralgia del trigémino: un dolor punzante en la cara, que muchos describen al inicio como un dolor de muelas. Dura apenas unos segundos, pero puede ser muy intenso y manifestarse varias veces al día. Aparece generalmente a un lado de la cara, especialmente las mejillas. Se desencadena por cosas tan sencillas como una brisa en el rostro. El tratamiento puede incluir fármacos como la carbamacepina ya mencionada, fenitoína, lamotrigina o incluso la pregabalina (Lyrica)
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Signo de L’hermitte: este síntoma se manifiesta como un choque eléctrico que se inicia en la parte trasera del cuello y recorre toda la espalda. Se produce cuando se flexiona el cuello, dura pocos segundos. El tratamiento, si llega a ser necesario pues muchas personas no lo solicitan, también pasa por la administración de anticonvulsivos.
Espasmos musculares (calambres): estas molestas contracciones involuntarias de los músculos son bastante comunes entre las personas con EM. Se pueden tratar con baclofeno, tizanidina o simplemente ibuprofeno.
Dolor de espalda y otros dolores musculoesqueléticos: dolores más comunes y que afectan normalmente a la población general. No se sabe si la patología EM guarda relación con su origen o se debe a otras causas como la inmovilidad o los movimientos para compensar problemas de la marcha y el equilibrio. Sin ignorar factores que nos afectan a todos: posturas inadecuadas, falta de actividad física, etc. En este caso el tratamiento farmacológico puede incluir antiinflamatorios.
Si las opciones farmacológicas de primera línea no funcionan, los médicos pueden acudir a otros fármacos de uso menos extendido, pero que en su caso pueden resultar efectivos. Es muy importante tener en cuenta los efectos secundarios notables de muchos medicamentos empleados en el tratamiento del dolor. Desde mareos y náuseas, hasta una dependencia difícil de dejar atrás.
De forma general se aconseja la práctica moderada de ejercicio físico, sobre todo aquellos que incluyen estiramientos. Masajes, yoga o pilates pueden ser buenos aliados en la lucha contra el dolor en la esclerosis múltiple.
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Referencias
Bermejo, P. E., Oreja-Guevara, C., & Díez-Tejedor, E. (2010). El dolor en la esclerosis múltiple: prevalencia, mecanismos, tipos y tratamiento. Rev Neurolneurologia.com, 50(502), 101. Disponible en http://www.aelem.org/publicaciones/dolor%20en%20em.pdf
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