Iniciar tratamiento con fármacos modificadores de la enfermedad sí disminuye el riesgo de conversión de la EM recurrente- remitente (EMRR) a la EM secundaria progresiva (EMSP). Algunos fármacos parecen disminuir ese riesgo más que otros.
En comparación con las personas que no reciben tratamiento para la esclerosis múltiple, aquellas a las que se les administra la terapia modificadora de la enfermedad tienen menor riesgo de conversión de EMRR a EMSP, según concluyó un estudio publicado recientemente en la revista JAMA.
Para poner en contexto la importancia de esta investigación, permite que antes te cuente algo.
Recientemente una persona interesada en el campo de la EM, no sé si paciente o no, contactó con TiTi por correo preguntando nuestra opinión sobre el documental Living Proof, que se puede ver en Amazon prime video (por cierto, si estás leyendo este artículo, perdona no haberte respondido).
Living Proof cuenta la historia de Matt Embry, un cineasta canadiense, en su lucha contra la EM mediante métodos alternativos, como una intensa actividad física y cambios en la dieta.
Embry y algún profesional que entrevista para el documental sostienen que la medicación para la EM es poco útil, que en realidad no evita a largo plazo la discapacidad.
Una idea que, como mínimo, debe provocar miedo entre los afectados por EM y hasta ser peligrosa en algunos casos.
Y ciertamente, las terapias que actualmente se usan para tratar la EM no están orientadas directamente a frenar la neurodegeneración, la causa principal de la discapacidad que experimentan algunos de los afectados por EM, sino que busca modular la actividad anómala del sistema inmunitario.
Estos fármacos disminuyen el número de brotes, pero ¿implica esto que también impiden el daño al sistema nervioso, la neurodegeneración?
Y es en esta pregunta donde la investigación reciente revela su importancia. Y nos da una respuesta: no impide, pero sí disminuye significativamente el riesgo de conversión a EM secundaria progresiva.
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¿Cómo se llegó a estas conclusiones?
Pues esencialmente analizando la información de miles de pacientes y comparando la evolución de los que recibieron tratamiento con fármacos modificadores de la enfermedad y los que no.
Además, los investigadores analizaron el riesgo de conversión en función del tipo de fármaco administrado y del momento de inicio de la terapia.
Los fármacos incluidos en el análisis fueron:
- interferon beta
- acetato de glatiramero
- fingolimod
- natalizumab
- alemtuzumab
¿Resultados? Allá vamos.
Iniciar la terapia dentro de los primeros 5 años se asocia a una disminución del riesgo
Tres conclusiones son las que destacan en este estudio y vamos a citarlas casi que literalmente. Primero:
En comparación con la falta de tratamiento, el tratamiento con cada terapia incluida se asoció con una probabilidad significativamente menor de conversión a EM secundaria progresiva”.
En cifras se traduce en lo siguiente: en una ventana de tiempo de 5 años, 12% de los tratados con acetato de glatiramero o interferon beta habían experimentado la conversión a EMSP, esa cifra en los no tratados fue de 27%. En una ventana de tiempo de 11 años el porcentaje de conversión fue de 47% y 57% respectivamente.
Segundo:
La probabilidad de conversión a EM secundaria progresiva fue significativamente menor para los pacientes que inicialmente recibieron acetato de glatiramero o interferón beta en los 5 años posteriores al inicio de la enfermedad en comparación con los pacientes similares tratados con acetato de glatiramer o interferón beta más tarde”.
Datos: a 17 años, 29% de los tratados en los primeros cinco años de inicio de la enfermedad había experimentado la conversión a EMSP, mientras en los no tratados esta cifra fue de 47%.
Y tercero:
Los pacientes que inicialmente recibieron fingolimod, alemtuzumab o natalizumab tuvieron un riesgo significativamente menor de conversión a EM secundaria progresiva que pacientes similares que recibieron inicialmente acetato de glatiramer o interferón beta”.
A 9 años, 16% de los tratados con fingolimod, alemtuzumab o natalizumab evolucionó a EMSP, esa cifra fue de 27% en los pacientes tratados con acetato de glatiramer o interferón beta.
El estudio tiene sus limitaciones, por ejemplo, los autores mencionan que no es posible decir, por la naturaleza observacional del estudio, si lo hallado significa que las terapias logran evitar en algunos casos la progresión a EMSP o solo enlentecen el proceso.
Más allá de las limitaciones, que las tiene, y de las muchas interpretaciones a las que se pueden prestar estos datos, la investigación viene a aportar información necesaria para la comunidad EM.
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Se necesitan mejores fármacos, sí, pero los que hay ayudan
Siempre se habla de lo mucho que ha avanzado la terapéutica de la EM y es cierto, sobre todo si se compara con otras enfermedades neurodegenerativas de pronóstico negativo.
Eso no quiere decir que no se deban exigir mejores terapias, porque las que hay son claramente insuficientes.
Son necesarias, eficaces para controlar variables relacionadas con el sistema inmunitario, pero el gran reto ahora es otro, el gran reto es hacerle frente a la neurodegeneración.
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Fuentes
- William L. Brown, et al. (2019): Association of Initial Disease-Modifying Therapy With Later Conversion to Secondary Progressive Multiple Sclerosis. JAMA; 321(2):175-187. doi:10.1001/jama.2018.20588