Puedes haber presenciado una crisis de epilepsia sin convulsiones y no haberte dado cuenta. Estos son los tres tipos más comunes y los síntomas para que puedas identificarlos.
Los pacientes epilépticos tienen una tendencia evidente a sufrir convulsiones. Sin embargo, no todos saben que esas crisis pueden distar mucho de las clásicas sacudidas musculares que son más populares. Algunas alteraciones sensoriales también son sufridas por pacientes epilépticos y son más comunes de lo que parece.
Las crisis de ausencia, las convulsiones focales con características no cognitivas y las convulsiones focales con alteraciones sensitivas son las más frecuentes en la población y de ellas te hablaremos a continuación.
1. Crisis de ausencia
Estas se caracterizan por episodios breves y muy repentinos de pérdida de la conciencia sin pérdida del control postural, en los que no existen los movimientos musculares bruscos que se encuentran en la mayoría de las convulsiones. Se pueden clasificar en típicas y atípicas, y conforman el prototipo de pacientes con epilepsia sin convulsiones.
Las crisis típicas suelen durar unos pocos segundos, posterior a lo cual la conciencia se recupera rápidamente sin sensación de confusión. En muchos casos puede pasar inadvertida, pero se suelen acompañar de movimientos espontáneos en ambos lados del cuerpo, como movimientos rápidos de los párpados y tics.
El origen de estas crisis es genético y casi siempre empiezan antes de los primeros 10 años de vida, constituyendo una de las más frecuentes en la infancia. En los casos más graves pueden producirse cientos de eventos al día, aunque generalmente el niño no se da cuenta o no puedo comunicarlo.
Es común que la primera alerta para los padres sea hecha por los profesores, debido a un bajo rendimiento escolar y distracción recurrente en el aula de clases, lo cual corresponde a los momentos en los que se desarrolla la crisis.
En las crisis de ausencia atípicas, la pérdida de la conciencia suele ser de mayor duración, desaparece más lentamente y las crisis se acompañan de signos motores más evidentes. Suelen asociarse a anomalías estructurales previas en el cerebro, por lo que algunos pacientes pueden tener retraso mental y generalmente son refractarios al tratamiento.
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2. Convulsiones focales con características no cognitivas
En las crisis focales, el paciente está consciente y se caracterizan por la afección de una sola área cerebral, sin diseminarse a otras regiones. Las características clínicas van a depender del área afectada.
Estas se pueden relacionar con una alteración de la capacidad del paciente para establecer contacto normal con el ambiente que lo rodea. Por ejemplo, a veces la persona es incapaz de responder a órdenes verbales o estímulos visuales durante las crisis.
Al igual que las crisis de ausencia, estas empiezan por la interrupción brusca de la actividad, a partir de lo cual empieza a haber una merma en la conciencia. Es común la presencia de automatismos (conductas automáticas) de cualquier tipo, como movimientos de masticación, rascado nasal, deglución o alteraciones manuales.
En este caso, el paciente presenta una confusión característica después de la crisis que dura varios minutos, y a veces se suma un episodio de amnesia anterógrada (el paciente no puede recordar los eventos más recientes después de la crisis).
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3. Crisis focales con alteraciones sensoriales
Las crisis focales mencionadas anteriormente se pueden manifestar como alteraciones de la sensibilidad en cualquiera de sus niveles, por lo que se considera un tipo de epilepsia sin convulsiones.
La sensibilidad corporal se puede alterar en forma de parestesias (sensación de hormigueo), alteraciones de la visión (destellos luminosos), del equilibrio (vértigo) o de las funciones autonómicas (aquellas reguladas por el sistema nervioso autónomo y que no pueden ser controladas conscientemente, como el enrojecimiento facial o la sudoración).
También depende de la localización cerebral de la crisis. En el caso de que se origine en el lóbulo temporal o frontal, pueden producirse alteraciones en la audición o el olfato.
Estos últimos abarcan la percepción de olores intensos (como gasolina), sonidos raros muy complejos, o una molestia epigástrica (es decir, en el cuadrante superior y medio del abdomen) que asciende hacia el cuello, tal como sucede en la epilepsia del lóbulo temporal mesial.
Algunos pacientes pueden referir sensaciones de miedo, Déjà vu, o ilusiones en las que se altera el tamaño real de los objetos. Todas estas sensaciones que no son observables por otras personas se conocen como aura.
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Referencias bibliográficas:
- Longo DL, Fauci AS, Kasper DL, Hauser SL, Jameson JL, Loscalzo J, editores. Harrison principios de medicina interna. Vol 2. 18a ed. México: McGraw‐Hill; 2012.
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