Golpes en la cabeza, aparentemente sin mucha importancia, pueden estar elevando tu riesgo de padecer alzhéimer. Los traumatismos craneoencefálicos leves deben recibir una adecuada atención médica.
En varias ocasiones hemos hablado de los traumatismos craneoencefálicos (TCE) y su relación con la enfermedad de Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas. Hemos explicado que es uno de los factores que cuenta con elementos científicos más sólidos para considerar que aumenta el riesgo de alzhéimer.
Cuando se mencionan los traumatismos craneoencefálicos tenemos una tendencia a imaginar eventos extremos, accidentes de coches que dejan en coma a una persona durante mucho tiempo, incluso llegando a provocar la muerte. Sin embargo, esos son los casos graves de traumatismo craneoencefálico, los casos más leves pueden pasar sin muchas alarmas y considerarse solo como golpes en la cabeza sin mayor importancia.
¡Error! Esos golpes en la cabeza, por ejemplo, al caer y perder el conocimiento por pocos minutos (menos de 5), implican un gran riesgo para la salud cerebral. De hecho, aunque no está del todo comprobado, puede que también incrementen el riesgo de padecer alzhéimer en aquellas personas que ya de por sí tienen una predisposición genética para la enfermedad.
Al menos así sugiere una nueva investigación, otra, de científicos de la Universidad de Boston, en EE.UU, publicada recientemente en la revista Brain. En el estudio se analizó la relación entre el grosor de la corteza cerebral en áreas claves en el alzhéimer, el riesgo genético de padecer la enfermedad y la memoria episódica en un grupo 160 veteranos de las guerras de Iraq y Afganistán, muchos de los cuales pasaron por un traumatismo craneal leve.
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Esta no es una buena combinación: riesgo genético más golpes en la cabeza.
Después de recoger datos sobre todos los factores que anteriormente comentamos —riesgo genético, grosor de la corteza cerebral en 7 regiones vulnerables al alzhéimer, historial de traumatismo craneoencefálico y funcionamiento de la memoria episódica— tocó el momento de aplicar estadística y sacar conclusiones.
En efecto, los investigadores encontraron que en las personas con mayor riesgo genético de alzhéimer, por ser portadores del famoso APOE4 (sobre el cual puedes leer aquí), que también habían pasado por un TCE leve, el grosor de la corteza cerebral en áreas claves en el alzhéimer era menor. Además encontraron que esa pérdida de volumen era más notable a medida que el tiempo transcurrido desde el evento traumático también era mayor.
La memoria episódica, relativa al recuerdo de sucesos concretos; por ejemplo, con quién hablaste ayer, también parece verse afectada de forma indirecta por el TCE leve y el riesgo genético de alzhéimer, a través de esa disminución de volumen de la corteza cerebral, aunque los elementos encontrados en este sentido fueron menos sólidos.
Según comenta una de las autoras del estudio, la profesora Jasmeet Hayes:
Nuestros resultados sugieren que cuando se combinan con factores genéticos, las conmociones pueden estar asociadas con una atrofia cerebral acelerada y deterioro de la memoria en áreas relevantes para la enfermedad de Alzheimer.
Además, la investigadora hace énfasis en algo que todos los profesionales siempre advierten: cuando se produce una conmoción cerebral, por muy leve que sea, debemos acudir al médico. Aunque las consecuencias inmediatas no parezcan significativas, a largo plazo puede darse lo que se denomina discapacidad oculta; efectos neurológicos negativos como problemas para concentrarse o memorizar, ¿y un mayor riesgo de alzhéimer?
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Referencias