Las personas con autismo podrían tener dificultades para interpretar los olores que se perciben de forma subliminal y que indican emociones como el miedo o la alegría. Los científicos lo denominan disosmia social.
Vivir con un trastorno del espectro autista (TEA) significa, siendo muy restrictivos, tener dificultades para establecer una comunicación social efectiva. Entre otras razones se plantea que se debe que las personas con TEA no pueden “leer” las pistas emocionales que todos vamos dando a todas horas.
¿Por qué? No se tienen respuestas seguras, pero un grupo de investigación israelí perteneciente al prestigioso Instituto Weizmann, cree que una pequeña parte de la culpa está en que las personas con TEA interpretan los olores de manera diferente.
Y no nos referimos a un olor cualquiera, ni siquiera a olores que en realidad se puedan percibir de forma consciente, sino a olores percibidos de forma subliminal, pero que forman parte importante de nuestra comunicación no verbal.
¿Has escuchado la expresión “se huele el miedo”? Pues resulta que no es una metáfora siempre, sino que el miedo, la alegría, la edad y hasta las enfermedades lanzan señales químicas que pueden ser captadas por los receptores del olfato, aunque en realidad no las “olemos”.
Esas señales, llamadas señales químicas sociales, forman parte importante de la comunicación extraverbal y sin que seamos conscientes de ello, también regulan nuestro comportamiento.
Los investigadores israelíes partieron de la hipótesis de que en el TEA existía lo que han denominado disosmia social, una especie de distorsión en la interpretación de esas señales químicas.
Y los resultados de la investigación, publicados en la revista Nature Neuroscience, no pueden menos que calificarse de interesantes.
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En el autismo se pueden percibir las señales químicas sociales, pero se distorsiona su significado
Para explorar su hipótesis, los investigadores comenzaron analizando la capacidad de un grupo de varones con TEA para percibir olores que todos podemos oler de forma consciente y compararon su desempeño con el de un grupo de personas sin TEA.
En esta primera parte del estudio no se detectaron diferencias entre ambos grupos.
En un segundo momento se les puso a oler esas señales químicas sociales ¿cómo? Pues empleando el sudor de personas que estaban tomando clases de paracaidismo, un sudor con mucho miedo.
Y aquí las diferencias sí fueron evidentes: en el grupo sin TEA se pudo medir los indicadores biológicos de respuesta al miedo, sin embargo, en las personas con TEA ocurrió lo contrario, disminuyeron esos indicadores.
En una tercera parte de la investigación se usaron maniquíes que emitían el olor del miedo u otro olor que se usó como control. Nuevamente los investigadores observaron que, al contrario de lo que ocurría en los sujetos sin TEA, los autistas confiaban más en los maniquíes que emitían las señales químicas de miedo.
Por si esto no fuese suficiente, los científicos diseñaron un experimento en el cual los participantes en el estudio fueron expuestos a ruidos intensos de forma repentina. Al mismo tiempo, estaban expuestos a un componente del olor corporal con efecto calmante denominado hexadecanal.
Mientras, se estaba midiendo la respuesta de miedo mediante el parpadeo, ¿qué se encontró? Pues que el parpadeo fue más leve cuando se usó el hexadecanal en el grupo control, pero en las personas con TEA se hizo más fuerte.
Para los científicos esto puede estar indicando que las personas con TEA sí pueden percibir esas señales químicas, solo que las leen mal, algo semejante a lo que ocurre con las señales emocionales.
¿Qué puede estar de base en todo esto? ¿En el desarrollo del cerebro está la clave? No se sabe, por ahora son más las preguntas que las respuestas, pero sin dudas es un excelente estudio que permite conocer un poco más los retos a los que se enfrentan las personas con TEA.
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Fuentes y referencias
Weizmann Institute of Science (2017): Autism and the Smell of Fear. En https://wis-wander.weizmann.ac.il/life-sciences/autism-and-smell-fear
Yaara Endevelt-Shapira, Ofer Perl, Aharon Ravia, Daniel Amir, Ami Eisen, Vered Bezalel, Liron Rozenkrantz, Eva Mishor, Liron Pinchover, Timna Soroka, Danielle Honigstein y Noam Sobel (2017): Altered responses to social chemosignals in autism spectrum disorder Nature Neuroscience. En https://www.nature.com/articles/s41593-017-0024-x