Hemos pasado el umbral de la vejez y nuestro cuerpo ya no responde de la misma manera. Poco a poco su fuerza ha ido disminuyendo, el andar es más lento y nos cansamos con mayor facilidad. El sentido común dice que todo esto es completamente normal y ya en otras ocasiones hemos hablado acerca de los cambios que ocurren cuando nos adentramos en la vejez. Sin embargo, no todas las capacidades que van cambiando se debe al normal proceso de envejecimiento, sino a un síndrome que se hace más común a medida que tenemos más años, la fragilidad. Veamos de qué se trata.
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Fragilidad y envejecimiento.
Cómo ya adelantaba, la fragilidad se presenta en los ancianos pero no es un sinónimo de envejecimiento. No todos los adultos mayores por el hecho de serlo serán frágiles, e incluso, puede que algunos tengan ciertas características del síndrome pero no lo padezcan por completo. No se trata de todo o nada, sino de ciertos grados que tienen que ver con lo diferente que somos todos y como verás más adelante, con las características de nuestro estilo de vida.
Pero… ¿qué es exactamente la fragilidad?
El anciano frágil presenta una disminución de sus reservas fisiológicas y por ende es más vulnerable a sufrir caídas y hospitalización. Volvernos frágiles significa que tendremos menos capacidad para adaptarnos a las demandas del medio circundante. Veamos algunas de las manifestaciones típicas de este síndrome, definidas por L. Fried, una de las figuras más prominentes en la investigación de este fenómeno:
- Pérdida de peso no intencionada: en un año más de 5 Kg o el 5% del peso corporal.
- Debilidad muscular: sobre todo se aprecia disminución de la capacidad para agarrar y apretar objetos.
- Cansancio fácil o baja resistencia a pocos esfuerzos.
- Lentitud al caminar
- Pobre capacidad para realizar actividad física.
Para Fried y para la mayoría de los investigadores, un anciano es considerado frágil a partir de que presente al menos tres de estos síntomas. Pero si no todos los ancianos son frágiles, de seguro hay cosas que podamos hacer para evitarlo. Veamos qué factores nos predisponen y algunas medidas preventivas.
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Factores que predisponen a la fragilidad.
Son múltiples los factores que nos pueden conducir a la fragilidad y muchos de ellos pueden ser controlados con un adecuado estilo de vida. Uno de estos factores es la presencia de enfermedades crónicas. Así se han encontrado relaciones estrechas entre la fragilidad y padecimientos como anemia, hipertensión, enfermedad cardiovascular y renal, diabetes, depresión, alteraciones del sueño y cáncer. La relación entre estas enfermedades y la fragilidad ha sido descrita como compleja ya que implica dos elementos a considerar: las enfermedades crónicas pueden aumentar el riesgo de fragilidad y las personas frágiles a su vez tienen mayor riesgo a sufrir complicaciones en la evolución de la enfermedad crónica.
La malnutrición es otro de los factores que puede conducirnos al síndrome que venimos analizando. Una persona padece malnutrición cuando existe un desequilibrio entre la cantidad de nutrientes que necesita y la que ingiere. Tal desequilibrio puede ser tanto por defecto como por exceso y pueden conducir al aumento de las sustancias pro-inflamatorias que son una de las principales causas de fragilidad.
Precisamente la activación de los procesos inflamatorios y de coagulación son el tercero de los factores de riesgo que quiero comentarte. Con el envejecimiento aumentan las posibilidades de infecciones, lo que a su vez provoca una respuesta inflamatoria en el organismo. Esta respuesta inflamatoria continua disminuye las posibilidades de autorepararse de nuestros músculos. Esta situación se hace más común a medida que aumenta el número de nuestros años, pero puede ser controlada con la ingestión de alimentos como los que contienen ácidos grasos omega 3 como el atún, las nueces y algunos productos a los que se le agrega artificialmente como la leche.
Por último, es importante hablar de la sarcopenia. La palabra sarcopenia proviene del griego y literalmente significa “pobreza de la carne”. Este constituye un síndrome independiente de la fragilidad, pero en sus características clínicas la pérdida de masa muscular tiene un papel central. Por ello fragilidad y sarcopenia están estrechamente ligadas. Este segundo síndrome se debe tanto a factores endocrinos como a la falta de actividad física y algunos de los consejos de estilo de vida que comentaremos a continuación son esenciales para evitar tanto este “empobrecimiento de la carne” como el síndrome de fragilidad que hemos venido comentando hasta ahora.
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¿Cómo prevenir la fragilidad?
La prevención es la principal arma para poder enfrentar la fragilidad. A medida que hemos venido comentando los principales factores de riesgo habrás podido vislumbrar algunas de las claves para la prevención. Tales claves se sostienen sobre todo en una dieta saludable y en la incorporación de la actividad física al estilo de vida. Junto a la ingestión de alimentos que contengan omega-3 será importante la de aquellos que contienen antioxidantes (tomate, café, ajo, coliflor, perejil, cebolla, té, arroz, brócoli), calcio (leche, col, brócoli, nabo) y vitamina D (Leche enriquecida con vitamina D). En cuanto a la actividad física es recomendable la práctica de ejercicios pero con adecuada supervisión y entre las más eficientes destaca la práctica del Tai Chi.
Referencias
Fried, L., Ferrucci, L., Darer, J., Williamson, J., & Anderson, G. (2004). Untangling the concepts of disability, frailty, and comorbidity: implications for improved targeting and care. The Journals of Gerontology Series A: Biological Sciences and Medical Sciences 59(3), 255-263.
Heuberger, R. (2011). The frailty syndrome: a comprehensive review. Journal of Nutrition in Gerontology and Geriatrics, 30(4), 315-368.
Salado, L. (2014). La fragilidad en el anciano. Unpublished Trabajo de Fin de Grado en Curso de Adaptación al Grado de Enfermería., Escuela Universitaria de Enfermería «Casa de Salud Valdecilla».