Las terapias no farmacológicas para el Alzheimer (TNF) son formas de intervención muy extendidas destinadas a personas con enfermedad de Alzheimer o que ya han desarrollado demencia ¿Funcionan?
Al referirnos a las terapias no farmacológicas para el Alzheimer hacemos referencia a un conjunto de intervenciones no químicas y sustentadas científicamente con el potencial de obtener un beneficio relevante en el paciente o el cuidador (Olazarán et al, 2010).
Entre las más conocidas está la estimulación cognitiva clásica, la fisioterapia, la musicoterapia, la reminiscencia, la wii-terapia, la terapia con robots y un sinfín de alternativas que salen de la imaginación de centenares de profesionales que día a día se esfuerzan por frenar el avance de la enfermedad.
Sin embargo, la duda siempre persiste, ¿funcionan?, ¿vale la pena tanto esfuerzo?, ¿se logra algún cambio real? Cuando surgen estas preguntas mi respuesta inicial generalmente es la misma y también es una interrogante: ¿Es tan siquiera ético dejar sentado en un rincón a una persona porque está enferma? ¿Se deja de administrar tratamientos a una persona con cáncer incurable por el hecho de que va a morir?
En este último caso la medicina intenta alargar la vida y aumentar la calidad de los días que restan al paciente, ¿no tiene la persona con Alzheimer derecho a aumentar la calidad con la que vive su vida?
Porque precisamente esa es una de las primeras ganancias de los tratamientos no farmacológicos, aumentar la calidad de vida, ya sea por el simple hecho de ampliar los espacios de socialización de la persona o hacerle cantar y bailar por unos minutos.
Quienes hemos presenciado el antes y el después de una terapia en personas sin estimulación previa sabemos que el beneficio es indudable.
En los casos que la persona ya lleva mucho tiempo bajo intervenciones psicosociales y los resultados no son tan evidentes, igual tenemos que preguntarnos bajo qué criterios evaluamos la eficacia de una intervención.
¿Cuántos puntos perdió o ganó en un test de memoria? Quizás otras variables a tomar en consideración sean cuántas sonrisas tuvo, con cuántas personas habló e incluso si esa canción olvidada para otros le hizo tan feliz como el primer día que la escuchó en el pueblo.
No solo de memoria vive el hombre, la afectividad es un criterio tan válido como cualquier otro para medir la eficacia de una intervención.
Para los amantes de la objetividad hoy también os traemos los resultados de algunas investigaciones que han intentado determinar si las TNF son eficaces o no.
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Lo que dice la ciencia sobre las terapias no farmacológicas para el Alzheimer
Un meta-análisis realizado por un grupo de investigadores internacionales entre los que se encuentran los expertos españoles en demencia Javier Olazarán y Jordi Peña Casanova investigó la eficacia de las terapias no farmacológicas en la enfermedad de Alzheimer.
Basándose en los resultados arrojados por 179 estudios previos, llegaron a la conclusión de considerar extremadamente recomendable por las sólidas evidencias científicas acumuladas las intervenciones destinadas al retraso de la institucionalización de la persona con demencia.
En ese apartado destacaron intervenciones en el cuidador tales como grupos de apoyo, programas de respiro y entrenamiento.
Otro tipo de intervenciones destinas a la mejoría en los procesos cognitivos, en las actividades de la vida diaria, de la conducta o a la prevención de sujeciones obtuvieron una recomendación de grado B, que significa un criterio favorable aunque los ensayos clínicos revisados no son de tan alta calidad como los primeros.
Otro meta-análisis , esta vez más pequeño (incluyó solo 15 investigaciones) publicado en el prestigioso registro de ensayos científicos del Grupo Cochrane llegó a la conclusión de que:
la estimulación cognitiva tiene un efecto beneficioso sobre las puntuaciones de las pruebas de la memoria y el pensamiento en los pacientes con demencia.
Sin embargo, señalan que no se encontró evidencias de mejoría en el estado de ánimo de los participantes ni en la capacidad de cuidarse por sí mismos.
Recientemente en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer 2015 se presentaron los resultados de tres estudios sobre el efecto del ejercicio aeróbico de intensidad moderada a alta en las personas con enfermedad de Alzheimer y demencia llegando a concluir que esta modalidad de ejercicio puede ayudar a vivir mejor con la enfermedad.
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¿Significa alguna de estas investigaciones que se puede evitar o frenar el Alzheimer mediante intervenciones no farmacológicas? Evidentemente no.
Los tratamientos de esta índole pueden mejorar la calidad de vida, disminuir los niveles de ansiedad vinculados a la labor del cuidador (ya sea por el simple hecho del tiempo libre que puede tener el cuidador mientras la persona está en un programa) incluso enlentecer el ritmo del deterioro cognitivo y funcional, pero no van evitar el lamentable avance de la enfermedad.
Entonces, ¿vale la pena realizarlas? La respuesta sigue siendo la misma del inicio: sí.
Todos tenemos derecho a intervenciones terapéuticas que ayuden a mejorar los síntomas de una enfermedad, más aún, todos tenemos derecho a una vida plena de experiencias bajo las condiciones físicas y cognitivas que sean.
Padecer Alzheimer no puede significar permanecer ignorado en un rincón la mayor parte del día. Incluso en las fases más avanzadas, una caricia puede resultar tener el mejor efecto terapéutico, ¿lo intentamos?