Si sigues nuestra página estarás de acuerdo en que mencionamos mucho las funciones ejecutivas.
Que si en el párkinson están muy deterioradas, que si en la demencia frontotemporal su disfunción es una característica esencial, que si en la demencia con cuerpos de Lewy y la demencia asociada a la enfermedad de Huntington la disfunción ejecutiva puede aparecer incluso antes de la pérdida de memoria.
Sí, mencionamos mucho estas funciones y no es para menos. Forman parte de nuestros procesos cognitivos, esos que nos permiten conocer e interactuar con el mundo; como la memoria, el lenguaje o la atención.
Solo que las funciones ejecutivas son las últimas en formarse y consolidarse en nuestro desarrollo como seres humanos. Y también de las primeras en deteriorar cuando alguna enfermedad ataca el cerebro.
Las funciones ejecutivas son esenciales para nuestra salud y también para tener éxito en la vida, para aprender, para adaptarnos y alcanzar nuestras metas ¿Quieres saber más? Sigue leyendo.
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¿Qué son las funciones ejecutivas?
Permíteme ponerme técnica un momento y citar un concepto, prometo después explicarlo claramente.
Aunque eso de conceptualizar las funciones ejecutivas no es tarea fácil; es lo primero que explican los expertos cuando se atreven a abordar este tema. Una definición del investigador japonés Funahashi (2001) dice que es
(…)el producto de la operación coordinada de varios procesos para lograr un objetivo particular de una manera flexible.
Como verás en la propia definición se encuentra una de las características fundamentales de la función ejecutiva: está determinada por muchos procesos.
Si piensas en la memoria seguramente te será fácil comprender qué es, la atención igual, y es que en otros procesos cognitivos las funciones están más claras, más definidas.
Pero en el funcionamiento ejecutivo no sucede así, sino más bien lo contrario. Para hacer más claro el concepto solo queda citar acciones concretas y ejemplos. Y a eso vamos.
Las funciones ejecutivas intervienen en la resolución de problemas, en la modificación de nuestra conducta en función de nuevas informaciones o intereses, en la inhibición de comportamientos que no son adecuados socialmente y en la generación de estrategias y planes para alcanzar nuestras metas.
Dicho así, que es como generalmente se hace, tal parece que las funciones ejecutivas solo las usan grandes estrategas. Nada de eso, nuestro día a día es un continuo organizarnos y regularnos.
Por ejemplo, la propia organización de las actividades de un sábado; habitualmente tenemos que planificar todo lo que vamos a hacer para optimizar ese día.
Que si primero vamos a la compra pero dejamos la lavadora encendida, que mientras está la comida en el horno vamos tendiendo la ropa, que si nos apuramos un poco puede que nos de tiempo quedar con los amigos.
Todos esos comportamientos coordinados y dirigidos a un fin son posibles gracias a las funciones ejecutivas.
¿Otro ejemplo? Muy fácil. En alguna ocasión (seguro más de una) ¿no has tenido ganas de gritar y decir dos o tres verdades a alguien muy irritante? Pero no lo has hecho, porque no era lo adecuado, no era el momento o simplemente no está bien.
La realidad es que no lo has hecho porque tus funciones ejecutivas lo han impedido, te han hecho comprender todo lo anterior y han frenado un impulso poco racional.
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¿Dónde se localizan estas funciones en el cerebro?
Tradicionalmente se ha dicho que las funciones ejecutivas se desarrollan en el lóbulo frontal del cerebro, el que queda justo encima de nuestros ojos (fíjate en la imagen anterior).
Las personas que han tenido algún tipo de accidente que daña esa zona del cerebro tienen síntomas muy típicos de problemas con el funcionamiento ejecutivo.
Algo semejante ocurre con la degeneración frontotemporal que te explicamos en otro artículo. El deterioro en ese síndrome se localiza fundamentalmente en la zona frontal, de ahí que las funciones ejecutivas sean las primeras en verse afectadas, antes que la memoria.
Pero los científicos vieron que en otras enfermedades, como el párkinson, en donde la zona frontal no estaba directamente afectada, también se daban síntomas de deterioro de la función ejecutiva.
De ahí que en la actualidad se considere que las funciones ejecutivas dependen no solo del área frontal, sino además de varios circuitos que unen el lóbulo frontal con otras zonas del cerebro como los llamados ganglios basales (Elliott, 2003).
Síntomas de que las funciones ejecutivas pueden estar deterioradas
Debido a que el deterioro de la función ejecutiva implica afectación de la forma en que organizamos y regulamos diferentes tipos de información, la manifestación de ese daño en nuestra conducta puede ser muy diverso. Una persona con deterioro ejecutivo puede mostrar:
- Incapacidad para organizarse en el día a día, para iniciar acciones y para optimizar el tiempo.
- La persona puede quedarse “congelada” sin saber cuál es el próximo paso que debe dar para, por ejemplo, hacer la cena y supervisar a los nietos.
- Conductas socialmente inapropiadas debido a la desinhibición, como decir chistes explícitamente sexuales.
- Dificultad para generar y comprender conceptos abstractos, más bien se manejan a un nivel concreto.
- Problemas para aprender de la experiencia. No aplican los conocimientos pasados a las circunstancias del presente.
- Dificultades con el lenguaje. Pueden hablar de forma desorganizada, gramaticalmente incorrecta, o hablar adecuadamente, pero sin sentido.
- Poca empatía, dificultad para ponerse en el lugar del otro. Es común que la familia les acuse de egoísmo.
- Incapacidad para tomar decisiones o, por el contrario, toma decisiones de forma impulsiva y con poco juicio.
Si hasta aquí hemos logrado que te lleves una idea del significado que tiene para nuestro día el funcionamiento ejecutivo, nos damos por satisfechos.
Si además quieres saber cómo mejorar la salud de tu cerebro, no olvides consultar los consejos que da el Instituto de Medicina de EE.UU.
Referencias
Diamond, A. (2012). Executive functions. Annu Rev Psychol, 64, . Disponible en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4084861/
Elliott, R. (2003). Executive functions and their disorders. British Medical Bulletin, 65(1), 49–59. doi:10.1093/bmb/65.1.49
Funahashi, S. (2001). Neuronal mechanisms of executive control by the prefrontal cortex. Neuroscience research., 39(2), 147–65. . Disponible en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11223461?dopt=Abstract
UCSF. (2016). Executive functions . Disponible en http://memory.ucsf.edu/ftd/overview/biology/executive/single